Camaradas de la Pala


“Juventud en el Servicio”
Cartas e informes de estudiantes alemanes en el Servicio de Trabajo.

En el campamento de trabajo, una jornada cualquiera se desarrolla generalmente según las leyes de la vida mas elemental y primitiva. Allí las “bendiciones” de la ciudad y la civilización pierden, día a día, su rango de imprescindible necesidad. Sólo de lo elemental y primitivo podrá surgir una nueva cultura con raigambre popular. Y los portadores de la misma serán los campesinos, esos seres igualmente simples y naturales que, con su admirable sencillez, huyen de los falsos utilitarismos o las razones extrañas. En el campamento de trabajo se vive una auténtica existencia colectiva… de forma muy natural y sin demasiadas preocupaciones.
Sí el trabajo ha sido duro, te encuentras cansado, pero al mismo tiempo feliz y contento de haberlo realizado; y si ha resultado fácil, sonríes también con satisfacción. Por la mañana saltas con rapidez de la cama para entregarte con entusiasmo al agua fría. Más tarde, caminando en columna y marcando el paso, te diriges hacia tu labor cotidiana. A continuación desayunas con apetito canino y, durante los pocos minutos que duran las pausas en el trabajo, te tumbas bajo el sol a soñar un rato. Por la noche, y ante la puerta de tu barracón, conversas con los camaradas. Y, finalmente, después de cenar, te vas al catre. Así es la vida en estos lugares, simple y natural, todo transcurre entre el apetito y la satisfacción de haberlo saciado; entre el estar despierto y dormir, entre la nostalgia y la camaradería.
El trabajo es constante. Talamos árboles en el monte y cavamos los eriales para crear nuevos campos productibles o tierra destinada a los futuros bosques. Llenamos sacos de paja, zurcimos nuestra ropa y pavimentamos las calles de nuestro campamento. Transportamos maderos, piedras, hierros y baldes con agua. Construirnos un ferrocarril rural y barremos nuestros barracones. También limpiamos nuestras botas y fregamos los platos. Cargamos carros de arena, sacamos agua con bombas adecuadas y cortamos la hierba de los campos. Estos últimos días hemos tenido que arrastrarnos por el barro como los soldados, ensuciándonos considerablemente nuestros atuendos. Aserramos madera, hacemos de pica-pedreros y recogemos los papeles esparcidos ante los barracones. Además, escribimos cartas, escuchamos conferencias y leemos por la noche cuando el sueño aún no es suficiente. Todo esto representa nuestro quehacer diario.
Los trabajos que ejercemos, aunque diferentes entre sí, todos son iguales en importancia. ¿Por qué?, me preguntas… Nosotros no llamamos a nuestra labor «trabajo», sino «servicio».
Por la noche nos reunimos ante nuestros barracones, para narrar ciertas cosas de nuestros hogares o comentar algunas anécdotas que hemos vivido. A veces renegamos de acciones que cometimos en tiempos pasados, y otras, sentimos cierta nostalgia tras las palabras de algún compañero. Por la mañana viajamos apretados en el camión que nos lleva hasta el trabajo; y por la noche, dormimos 16 personas en cada habitación. Somos camaradas inseparables. En conjunto formamos lo que se llama la Gran Alemania. Por ejemplo, yo, que soy bachiller, he transportado hoy vigas junto con el tornero de Dortmund. Hemos estado ambos tumbados al sol, y nuestra amistad ha crecido tanto que, incluso, me ha enseñado las cartas de su novia. El hijo del director B. ha fregado el suelo del barracón y, junto con el mozo de la panadería, ha pelado patatas y ha recogido papeles. Aquí convivimos en franca camaradería labradores, estudiantes a punto de doctorarse, parados del sector industrial, bachilleres, camareros, hijos de “gente bien”, torneros, pintores y operarios de fábrica. En los campamentos de trabajo los jóvenes de la “Deutschen Mannschaf” se forman en las bases del verdadero socialismo. Allí nadie es mejor o peor que su compañero. Todos son considerados por un igual.
El que sabe más, tiene más voluntad o capacidad de asimilación, puede llegar a ser jefe de los demás. Y si los otros son buenos camaradas o gente honrada, no tendrán inconveniente en seguirle y obedecerle. Sin embargo, los derechos y obligaciones son, en esencia, siempre iguales para todos, Esto es, en verdad, el auténtico socialismo. El dinero, la forma de vestir o el origen de una persona no deben convertirle automáticamente en jefe, sino el propio mérito personal. El nuevo socialismo del pueblo alemán sólo podrá surgir de una vida elemental y primitiva. Es un socialismo de deberes y de sacrificios. Un socialismo para los hijos, de burgueses y proletarios que, a través de este sistema, se convertirán en trabajadores y soldados alemanes. Si no renunciamos al odio y la envidia, a la arrogancia y la comodidad, al lujo y al refinamiento en todas las cosas de la vida diaria, este ideal no podrá convertirse jamás en realidad.

Los principios y fundamentos de este socialismo es lo mejor que se aprende en los campamentos dé trabajo, sitio ideal donde se reúnen los jóvenes de la nación. De ellos depende, en forma absoluta, el destino del Reich. La juventud lo ha presentido y realizado. Era el camino a recorrer para pasar del «Yo» al «Nosotros», de la libertad a la unión, del raciocinio a la fe.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario